Público General: 9€
Socios y estudiantes: 6€
Niños hasta 14 años y discapacitados: 1€

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PROGRAMA

KURTÁG-DVOŘÁK-SCHUBERT

El íntimo diálogo de los sonidos con el alma humana que nos propone cualquier partitura nacida desde lo más profundo y sin- cero de una mente musical no necesita de un pretexto o una conme- moración para ser compartido. Sin embargo, a veces, hay diálogos que necesitan ser rescatados del olvido. Y creemos que la conme- moración, durante el año 2024, de los 120 años del fallecimiento de Dvořák es una oportunidad para dar voz a algunas de sus partituras escondidas en los recovecos del tiempo.

Es el caso de sus Leyendas op. 59 (1881) para piano a cuatro manos, de carácter arcaico y épico y que, con un aroma sutil y lírico constituyen un contraste a las Danzas Eslavas muchos más conocidas. Admiradas en su época por Brahms o Hans von Bülow, fueron dedicadas al crítico musical vienés Eduard Hanslick.

De los Bosques Bohemios op. 68 (1884) es otra de las partituras para piano a cuatro manos nacidas a instancias de su editor Simrock constituida por preciosas imágenes musicales inspiradas en la atmósfera evocadora de la región de Sumava, al sur de Bohemia. Con una rica paleta de estados anímicos constituyen una de las ex- presiones más íntimas de su maestría compositiva.

Proponemos, a su vez, un doble diálogo que enriquece y da perspectiva a nuestra propuesta: con la música de Kurtág, com- positor húngaro contemporáneo, caracterizado por sus mensajes la- cónicos e incisivos que encarnan un espíritu centroeuropeo tan pre- sente en la música de Dvořák. Y con la música de Schubert, uno de los compositores que Dvořák más admiraba junto con Bach, Mozart y Beethoven, pero al único de los cuáles dedicó un extenso artículo publicado en Nueva York en 1894 en The Century Illustrated Mon- thly Magazine. En dicho artículo nos confiesa que admiraba de él la íntima imbricación del acento melódico con el poético, el flujo espontáneo e irreprimible de la melodía, su estilo idiomáticamente pianístico en sus composiciones para teclado y un rasgo eslavo asu- mido a través de las melodías y ritmos húngaros que fue el primero en introducir de manera prominente en la música artística.

Visto con la perspectiva que nos da el tiempo, parece que esa visión que él tenía de la música de Schubert podría correspon- derle a él mismo: dos almas cercanas que bien podrían, de nuevo, compartir las palabras que Hanslick, dedicatario de las Leyendas op. 59 antes comentadas, escribía sobre el propio Dvořák: “¿Qué tiene esta música que es tan atractiva para nosotros y, al mismo tiempo, nos mantiene con su mano suave y cálida? Su sentido de la inmedia- tez, su frescura saludable. […]”